Caos armónico

Hoy toca volver del piso que alquilamos en Gijón para el Somero 2015 con unos amigos, entonces sin apenas rostro -el de las fotos en el mejor de los casos-, que nos conocimos en La Matriz. Han sido unos días maravillosos. No era compartir un piso sin más. En el piso estuve con Pablo Bernardo, Andrés Maneiro, Carlos Sanmartín, Andrea Kropman y Raphael Lopez Altuna.

Mirando el mar de Gijón, con la maleta hecha, llega la hora de volver. El primer encuentro con un matricero que tuve fue en el aeropuerto de Barcelona. Encontré a Pablo, inconfundible por su barba, esperando el mismo avión en el que fuimos a Asturias. Conversa de programación, sobre la vida, aviones, viajes…

En el aeropuerto de Asturias fue a recogernos María, primera indiana que conocí en 3D, en el coche indiano y fuimos con las maletas directos al restaurante donde hubo las primeras presentaciones y abrazos. Confieso que aquella noche no había pegado ojo y, cuando vi a todos los indianos, yo estaba que no me lo creía, flotando en un estado semionírico por la falta de sueño, pero era indudablemente cierto que estaban todos allí. Desde la otra punta de la mesa en la que había unas veinte personas, llegó alguien pronunciando mi nombre y me dejó un poco desconcertado. Era Andrés. También estaba en la mesa Rafa, el maestro de Go.

Ellos dos ya estaban en el piso y fuimos a dejar las maletas. El piso molaba. Era espacioso, bien decorado, aunque con algún detalle inquietante -cuadros de los niños llorando- y bien situado.

Poco después llegó Carlos ese mismo día. Así que ya nos reunimos los primeros cinco ocupantes del piso matricero…

Es que me resulta muy difícil describir lo importante que ha sido, al menos para mí. No hay procedure para esto. Pablo se fue pronto, con la premonición de saber que acabaría, aunque resistiéndome a creerlo. Llegó Andrea y con ella se formó la tripulación estable del piso de la matriz.

Una noche, mientras estábamos en el Elogio al Horizonte, Carlos dijo: es como si nos conociéramos de toda la vida. No sé si esa sensación la tenía todo el  piso, pero al menos yo sí la tenía. Pocas veces en la vida me he sentido tan compenetrado de manera tan rápida compartiendo espacio.

Pero todo lo bueno termina y, además, suele terminar pronto, y tras la vuelta de Pablo fueron siguiendo otras. Andrés, Carlos, Andrea, Rafa… abrazos, miradas de tristeza. Volveremos a vernos, pero mientras tanto seguiremos en los entornos descompuestitos que hay por ahí…

Mientras escribo este post, a mi alrededor hay ambiente de trabajo sereno. Ya he dejado el piso y estoy con la maleta en la casa de los indianos como escala al aeropuerto. Todos están haciendo algo mientras yo escribo este post sintiendo aún que esta semana he recibido más abrazos que el resto del año. Creo que, al final, un síntoma notable de la descomposición es ese: la falta completa de fraternidad. Un síntoma físico.

En otro post hablaré de la presentación de la demo de PeerSound que hicimos Carlos y yo en el Gnu Social Camp. Ahora sólo quiero escribir una nota relacionada -un tanto injusta por lo corta que es- con la inolvidable gente del piso, y con los indianos, que lo hicieron posible, porque deseo expresar parte del flashback antes de que se me vaya y porque sería un frescor estar en la silla sin hacer nada 😉

¡Que la próxima sea pronto!