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Café

– Yo te enseñaré a proteger tu salud–. Dijo, mientras volcaba en el quinto café de la mañana una cantidad industrial de glucosa sin fibra y hablaba como una ardilla con sobredosis de cafeína.

Antes había engullido la caja de donetes y ahora miraba con avidez las bolsas de doritos.

– La gente es irresponsable– sentenció. – No piensan en los demás– . Me pregunté por qué yo debería sacrificarme en el cuidado de la salud de quien ahoga sus penas en litros de helado o de vodka con trifásico.

– Morirás de cualquier cosa antes que del coronavirus– expuse. Sonrió. Encendió un cigarrillo. Era el paquete que compró anoche a las cuatro de la mañana, después de salir de la cama para hacerse con la única marca que quedaba en la gasolinera. No estuve en su casa, pero sé que solo en esas circunstancias compraría precisamente esa marca, la que mas odiaba y de la que juró al cielo y a sus amigos que jamás fumaría; pero lo hizo otra vez.

– Ayer murieron cinco personas–. Masticó algo.

– Pues qué día mas raro. Lo normal es que mueran miles de personas a diario–.

Moderó su indignación.

– ¿Eres negacionista?–.

– No–.

– Se nota que a ti no se te ha muerto ningún familiar o amigo–. Esa clase de arrogancia me toca siempre los cojones. Mucho. Me serené, su entrecejo fue por sí mismo al centro del foco de mi mirada, mi percepción entró en modo vista de águila y a través del efecto túnel de la tranquilidad extrema solo veía su efímera vida. Su espíritu, más ligero que el aire, volverá al lugar al que siempre perteneció. Si no besamos a los muertos, nos convertiremos en zombies. – Perdona–, concluyó. Todo estaba bien.

Quien consigue momentos de ausencia de déficit de atención resulta aterrador. En esta sociedad, no hay competencia para alguien así.

– Esto es propio de una invasión extraterrestre. Entonces, tendría sentido que nos disciplinen para confinamientos planetarios. Pero es exagerado para un virus corona. Quizá con el gasto publico sin precedentes que hasta la Merkel piensa hacer, van a robar lo que nadie ha llegado a robar y quieren que nos controlemos entre nosotros, para no controlarlos a ellos–.

– Yo llevo la mascarilla, por si acaso–.

– Vale. Te protegerá del mal olor–.

– Más vale aprender a vivir con poco –.

– Una cosa es la sobriedad y otra dejarte estafar. Oye, ¿Por casualidad practicas el ayuno intermitente? Está de moda en los gimnasios.

– Ayuno inter… ¿Qué?

– Da igual. Puede que pronto lo sepas. Cuídate. ¡Y cuidado que el gobierno no te fumigue!

….

¿Alguien continúa?